Es probable que el domingo hayan notado que el sacerdote de su parroquia no estaba usando el color verde en sus vestimentas, que es el color litúrgico previsto para el Tiempo Ordinario. En esta ocasión vistió de blanco para celebrar la festividad de la Dedicación de la Basílica de san Juan de Letrán.
Muchas personas se preguntarán: “¿Quién es san Juan de Letrán?” De hecho, no existe tal santo. Esta basílica en Roma está dedicada a san Juan el Evangelista y a san Juan el Bautista, y se llama de “Letrán”, por una antigua familia romana que vivió en esa zona de Roma.
Esta iglesia es sin duda una de las iglesias Católicas más importantes del mundo. Así como la Catedral de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro es la iglesia madre de la arquidiócesis de la ciudad de Oklahoma, la Basílica de san Juan de Letrán, que es la catedral de la Diócesis de Roma, es la iglesia madre de todo el mundo Católico. Por cierto, durante casi mil años de la historia de la Iglesia, los papas vivieron al lado de esta basílica, que es la más antigua de Roma, en el Palacio de Letrán.
Nuestra celebración de esta festividad de la Dedicación de la Basílica de Letrán es una celebración de la unidad de la Iglesia Católica. Es un signo de nuestra comunión con el obispo de Roma.
Uno de los títulos más antiguos del papa es el de Pontifex Maximus, el gran constructor de puentes. Es el Papa quien, a través de su testimonio y la autoridad que se le ha conferido como sucesor de san Pedro, se convierte en instrumento de unidad para la Iglesia.
Es por ello que celebramos esta gran fiesta, incluso cuando cae en domingo, celebrando y afirmando la unidad que tenemos en Cristo.
No hace falta decir que vivimos en una época de grandes divisiones en nuestro mundo. Las guerras, los conflictos y las ideologías opuestas aquejan a muchas partes de nuestro mundo. Sin duda, en nuestro propio país, la política y la cultura se han polarizado tanto que el diálogo con quienes no están de acuerdo con nosotros suele parecer imposible.
Incluso la Iglesia, compuesta por personas pecadoras, no es inmune a estas divisiones y polarizaciones nocivas. Estas divisiones sobre asuntos grandes y pequeños conducen a conflictos y desconfianzas que constituyen un testimonio contrario al Evangelio.
Sin embargo, como nos lo recuerda san Juan Pablo II, ¡nunca estamos sin esperanza!
La festividad de la Dedicación de san Juan de Letrán, que celebramos el 9 de noviembre, nos recuerda que, a pesar de los pecados de quienes componen la Iglesia y la han dirigido durante los últimos 2000 años, Dios ha seguido atrayendo a hombres y mujeres hacia Él y entre sí en la comunión que es la Iglesia.
Es el Cuerpo de Cristo. Esta es la unidad que el papa León XIV ha enfatizado con tanta firmeza en los primeros meses de su pontificado. Incluso en su lema, In Illo Uno Unum, que significa “en Aquel que es Uno (Cristo), nosotros somos uno”, vemos el deseo de ser atraídos por Cristo para configurarnos más estrechamente, tanto a nosotros como a nuestra Iglesia, a la imagen de Dios, que es una relación de amor, una unidad de tres Personas en un solo Dios. Esta es la realidad de la Iglesia a la que estamos llamados a ser, y conforme el Señor nos vaya haciendo.
Que nuestros esfuerzos por promover la unidad y nuestro amor mutuo sean un testimonio constante para este mundo tan lleno de divisiones. Sigamos rezando por nuestro mundo, nuestra Iglesia y por nuestro Santo Padre, el papa León, para que el Señor lo fortalezca en su servicio a la Iglesia y al mundo, y que todos caminemos juntos hacia el Reino celestial.
El papa León XIV y el rey Carlos de Inglaterra en el Vaticano el 23 de octubre. Foto OSV.