Cuando celebramos la Eucaristía cada momento es importante. La liturgia de la Iglesia es el resultado de siglos de desarrollo, que nos permite alabar al Padre en Espíritu y en verdad al hacernos partícipes del sacrificio perfecto de Jesús en la Cruz.
Una parte de la Misa que solemos pasar por alto es la presentación de las ofrendas, durante la cual algunos feligreses presentan el pan y el vino para su consagración, así como los donativos ofrecidos por los fieles durante la colecta. Es muy común que este antiguo y hermoso ritual se considere una especie de “intervalo” entre la Liturgia de la Palabra y la Liturgia de la Eucaristía, ¡pero tiene mucho más significado que eso! El papa Benedicto XVI explicó en su exhortación apostólica “Sacramentum Caritatis” que esta ofrenda “permite valorar la colaboración originaria que Dios pide al hombre para realizar en él la obra divina y dar así pleno sentido al trabajo humano, que mediante la celebración eucarística se une al sacrificio redentor de Cristo”. Este es un punto profundo que merece cierta reflexión.
De cualquier manera que realicemos nuestra ofrenda – ya sea en efectivo, con cheque o en línea – unimos nuestras ofrendas, como señal de nuestra entrega, al pan y al vino ofrecidos en la Misa. De este modo, estos dones (fruto de nuestro trabajo humano) se unen al Sacrificio que Cristo Sumo Sacerdote ofreció en el altar. A través de este gesto, el trabajo que realizamos cada día deja de ser un esfuerzo arduo o monótono, para convertirse en una forma de participar en la obra redentora de Cristo. Esta ofrenda es una forma de entregarnos a nosotros mismos. Al entregar nuestras ofrendas al Señor, estamos sacrificando nuestro propio sustento, confiando en que el Señor nos proporcionará todo lo que necesitamos y reconociendo que lo que más necesitamos es el Pan de Vida, ¡que es el mismo Jesucristo!
Al ofrecernos a nosotros mismos, el Señor transforma nuestros corazones mediante este gran sacrificio, para que cada uno de nosotros pueda ser recreado a imagen de Jesús, convirtiéndonos en los santos que Él nos llama a ser. En lugar de simplemente “distraerse” leyendo el boletín o mirando a su alrededor para ver quién está en la Misa, los exhorto para que aprovechen la presentación de las ofrendas como un momento de la Misa para reconocer todo lo que el Señor nos ha dado a cada uno de nosotros.
Al ofrecer a Dios el Sacrificio de Acción de Gracias, le devolvemos estos dones. Cuando veas a los feligreses llevando las ofrendas al altar, recuerda las oraciones e intenciones que deseas ofrecer al Señor. Une tu vida y la de tus familiares, amigos, compañeros de trabajo y la de tu prójimo a la obra redentora que se está llevando a cabo.
Que este momento sea, para todos nosotros, un momento en el que nos sintamos cada vez más inmersos en el sacrificio de Cristo, para que su sacrificio pueda ser para nosotros, y para el mundo, un verdadero momento de transformación y renovación.