En este Año Jubilar estamos llamados a ser “Peregrinos de la Esperanza”. En este espíritu de la gran tradición jubilar, se nos invita a vivir este tiempo sagrado no solo como un aniversario que hay que celebrar, sino como un tiempo de gracia – un tiempo para restaurar lo que se ha perdido, sanar lo que está herido y llevar la luz de Cristo a un mundo oscuro que anhela su paz.
La esperanza no es solo un deseo vano de que haya días mejores; la esperanza cristiana se basa en la certeza de las promesas de Dios. En el nuevo pero ya inspirador pontificado del papa León, nos recuerda que “la esperanza cristiana es como un ancla que sujeta nuestros corazones a la promesa del Señor Jesús. La caridad no es solo una promesa… es una realidad actual que hay que aceptar con alegría y responsabilidad”.
Esa “realidad actual” es evidente cada día en la labor de las Caridades Católicas de la Arquidiócesis de Oklahoma City. En nuestras parroquias, en nuestras calles, en las comunidades rurales y en los pueblos pequeños, las Caridades Católicas se convierten en las manos y los pies de Cristo, acercándose a quienes padecen hambre, carecen de hogar, están afligidos o viven con miedo.
La misión es sencilla, pero profunda: servir, acompañar, amar. Pero, como he podido comprobar personalmente, no siempre se trata solo de servicios, sino de dar testimonio y relacionarse – se trata de ver el rostro de Jesús en aquellos a quienes servimos y permitirles ver su rostro en nosotros.
Las Caridades Católicas es un lugar donde las personas reciben una cálida bienvenida, donde las madres solteras reciben orientación y apoyo, donde se visita y se cuida a los ancianos, donde se brinda refugio y seguridad a quienes no tienen hogar. Estas obras de misericordia no son conceptos abstractos; son reales, momentos tangibles donde la esperanza se materializa en la vida de nuestro prójimo.
A principios de este año, el papa Francisco, cuyo fallecimiento lamentamos durante la primavera, hizo un llamado a toda la Iglesia para que prestara atención a los marginados diciendo: “Que las voces de los pobres sean escuchadas durante todo el Jubileo, cuyo objetivo es devolver a todos el acceso a los frutos de la tierra”. Ese llamado resuena con fuerza aquí en Oklahoma. A través de las Caridades Católicas, tu generosidad hace posible que esas voces sean escuchadas y su dignidad respetada.
Durante el fin de semana del 20 y 21 de septiembre, las Caridades Católicas realizarán su campaña anual en todas las parroquias de la arquidiócesis. En este espíritu del Jubileo – cuando el Pueblo de Dios está llamado a restaurar, liberar y regocijarse – esta campaña nos invita a cada uno de nosotros a ser un signo vivo de esperanza para nuestros hermanos y hermanas en necesidad.
Habrá voluntarios presentes en algunas parroquias para compartir historias de los usuarios a los que atendemos. Los sobres para tu donativo estarán disponibles en las bancas. Si aún no has hecho una donación a la campaña de este año, te pido que consideres hacerlo ese fin de semana, después de orar al respecto.
Si ya hiciste una donación, te agradezco de todo corazón. Tu apoyo es un testimonio contundente del amor de Cristo que obra en la Iglesia de hoy.
Estoy profundamente consciente de que las necesidades de nuestras comunidades son enormes. El panorama de la pobreza, la falta de hogar y la desesperanza está siempre cambiando – condicionado por los retos locales y nacionales que suelen generar nuevas incertidumbres para los más vulnerables.
Y, aun así, también vivimos en un tiempo de gracia. Dios nos ha puesto aquí, en este rincón de su viña, para ser sus testigos, sus instrumentos, sus manos de misericordia.
El Año Jubilar nos recuerda que esa misericordia no debe acumularse, sino que debe fluir hacia los demás; debe compartirse. Así como los israelitas celebraban un jubileo para condonar las deudas y restituir las tierras, también nosotros estamos llamados a restaurar las relaciones, liberarnos de las cargas y hacer espacio para los nuevos comienzos de Dios.
Cuando aportas a las Caridades Católicas, estás participando en esa restauración; estás ayudando a que alguna familia conserve su hogar, estás contribuyendo para que un niño comience la escuela con los útiles que necesita y estás colaborando para que una madre aprenda inglés y pueda mantener a sus hijos.
No se trata solo de un acto de ayuda, sino de un acto de esperanza. Y así como el papa León nos lo recuerda, la esperanza está anclada en Jesús mismo.
Con frecuencia pienso en los primeros cristianos, que a veces se reunían en lugares ocultos para alabar a Dios y alentarse unos a otros. Las catacumbas de Roma no solo eran lugares de sepultura, sino también santuarios para los vivos.
En la penumbra, los fieles celebraban la Eucaristía, contaban las historias de Jesús y oraban pidiendo fortaleza para persistir. Salían de esos encuentros renovados en la esperanza, listos para enfrentarse al mundo como testigos de la Buena Nueva.
A nuestra manera, las Caridades Católicas son como ese santuario. Es un lugar donde los fatigados pueden descansar, donde los hambrientos son alimentados, donde los afligidos son consolados y donde los olvidados son recordados. Es un lugar donde se renueva la esperanza, no solo para quienes acuden en busca de ayuda, sino también para quienes prestan su servicio.
Este mes de septiembre, los invito a acompañarme para hacer de la obra de Caridades Católicas parte de tu camino hacia el Jubileo. Ya sea que colabores económicamente, ofrezcas tu tiempo como voluntario o reces por los necesitados, estás contribuyendo a anclar la esperanza en los corazones de quienes nos rodean.
Que el Señor te bendiga abundantemente por tu generosidad. Y que este año jubilar sea un tiempo de conversión más profunda y de alegría renovada en la misión que Jesucristo nos ha confiado.