Durante el reciente cónclave hubo intensas especulaciones (e incluso apuestas) sobre quién saldría al balcón de la Basílica de San Pedro después de que se disipara el humo blanco y sonara la solemne proclamación: “Habemus Papam”.
Un comentarista estaba seguro de conocer ya la identidad del hombre. "¡Será el Papa!". Y Punto. Punto final. Es decir, será el que el Espíritu Santo ha elegido para nosotros en este momento de la historia.
¡Habemus Papam! La elección del 267º Obispo de Roma, Sumo Pontífice de la Iglesia Universal, ha llenado de alegría, esperanza y no poca sorpresa a los católicos de todo el mundo.
La elección de León XIV como nuestro nuevo Papa es tan cautivadora por lo que el Papa representa para el pueblo de Dios. No es exagerado decir que el Papa encarna la fidelidad de Cristo a su Iglesia.
Nuestro Señor prometió que las puertas del infierno no prevalecerán contra su Iglesia. Nos lo aseguró declarando que edificaría su Iglesia sobre cimientos firmes, sobre la roca del Apóstol San Pedro.
Pedro había confesado que Jesús no era simplemente otro profeta o sabio maestro, sino que era el Mesías, el Hijo de Dios. Su Santidad, León XIV, es el sucesor de San Pedro y de su misión.
El Cardenal Giovanni Battista Re, Decano del Colegio Cardenalicio, expresó conmovedoramente en la Misa "pro eligiendo Romano Pontífice" con esto se abrió el cónclave: “La elección del nuevo Papa no es una simple sucesión de personas, sin embargo, es siempre el Apóstol Pedro quien vuelve”.
“Siempre es Pedro el que vuelve.” La promesa de Cristo -que encarna Pedro- se cumple en León XIV. Cristo no nos ha dejado huérfanos. Nos ha dado su vicario en la tierra para guiar a la Iglesia en su misión de confesar a Cristo.
Existe incluso una afinidad añadida e inmediata para quienes somos ciudadanos de Estados Unidos, ya que el Papa León nació y creció entre nosotros. Es un estadounidense de Chicago. Incluso sirvió en Cascia Hall High School de Tulsa (dirigido por la orden religiosa agustiniana en la que se formó).
Para ser sincero, ¡nunca pensé que llegaría el día en que tuviéramos un Papa estadounidense! Oro para que la Iglesia de nuestro país, al ver a uno de los nuestros en la Cátedra de San Pedro, esté cada vez más estrechamente unida a la Iglesia de Roma en afecto filial y comunión.
El Papa León XIV no sólo aporta la vivacidad y vitalidad de la Iglesia en los Estados Unidos a su servicio del Ministerio Petrino, sino que también aporta la amplitud y profundidad de su servicio como sacerdote y obispo en Perú y como líder a nivel regional y mundial dentro de la Orden de San Agustín.
Recientemente ha sido encargado como Prefecto para el Dicasterio de Obispos, asistiendo al Papa Francisco en la elección de obispos en todo el mundo, lo que sin duda le ha dado una amplia y profunda comprensión de las realidades que enfrentan las muchas iglesias particulares.
Es un administrador consumado como superior religioso, obispo diocesano y prefecto curial. Es un erudito en derecho eclesiástico, con licenciatura y doctorado en Derecho Canónico. Es un pastor misionero con una preocupación preferencial por los marginados, los oprimidos y los desamparados. Es el pastor dado a la Santa Iglesia Católica para este momento histórico.
Como fraile agustino, es hijo espiritual de san Agustín y atribuye gran parte de su formación a su patrocinio. El carisma de esta orden religiosa es construir una comunión de mente y corazón en el camino hacia Dios.
Espero que el Papa León lleve este gran énfasis en la comunión, la unidad y la caridad a la Iglesia Universal. Ya nos enseñó desde el balcón de la Basílica de San Pedro sobre la necesidad de tender puentes, pero solo después de llamar a Jesucristo el puente por el que Dios y su amor nos alcanzan.
Pedro es la roca sobre la que Jesucristo edifica la comunión de su Iglesia, y Pedro regresa a nosotros en León XIV.